lunes, 9 de mayo de 2011

LENGUAJE / La importancia de los primeros libros de lectura

Dando vueltas y vueltas por las páginas de cualquier libro, es muy probable encontrar información interesante sobre cualquier tema que no se relacione con el título de aquél.

Aquí les dejo un escrito del psicoanalista de origen austríaco, Bruno Bettelheim, de 1979 (en Sobrevivir), donde habla de la importacia de los textos que le damos a leer o leemos a los niños. Aquí alerta sobre algo que generalmente pasamos por alto: la relación con la realidad que muchas actitudes humanas tienen en los libros, y lo expresa con ejemplos como que en los cuentos, los padres nunca están cansados o que los niños cuando se hacen daño no les afecta y lo siguen pasando tan bien en la aventura, o que en la realidad los padres discuten y tienen diferencias, a pesar de ello se siguen amando y pueden ser una familia feliz... Es probable que los niños no entiendan por qué en los libros la realidad es tan diferente a lo que viven: o no les creerán a los libros o su familia le parecerá un ambiente terriblemente desagradable... ¿Qué decir de cuando llega un hermanito/a al hogar?

Bueno, aquí va el texto:

"Una de las cosas esenciales -y también de las más difíciles- que todo ser humano debe aprender, es a conocerse a sí mismo y saber cómo comportarse con los demás. Esto significa que debe aprender a establecer previsiones justas en lo que se refiere a su comportamiento y el de los otros. Las personas con las que el niño aprende a ponerse de acuerdo primero son su padre y su madre. Podría esperarse entonces que sus primeros libros de lectura le enseñaran a prever de manera realista las actitudes de sus padres, sus relaciones con él y entre ellos.

Pero si es cierto que los padres desempeñan un papel importante en los manuales de lectura, las historias no presentan nunca situaciones en las cuales el padre y la madre estén en desacuerdo. Esto le dice al niño, o que las historias no son verdaderas y no merecen ser leídas, o que sus padres son anomarles, pues discuten de vez en cuando. En realidad, los niños necesitan aprender que la gente puede tener opiniones diferentes -incluso disputarse- y, no obstante, vivir felices juntos; aprender también que es preferible expresar un desacuerdo en lugar de negar su existencia.

En estas historias que tienen la familia por tema, la madre siempre está dispuesta a ir a pasear y jugar, nunca está preocupada por los quehaceres domésticos. Si trabaja fuera de la casa, no tiene problemas: parece tener un tiempo y una energía ilimitados para ocuparse del niño y de su casa. En estas historias, el padre no está nunca cansado ni necesita descansar cuando llega del trabajo. De esta manera, el niño concluye que su padre y su madre no son buenos padres, pues no se conducen como los de los libros. Sus padres se comportan como seres humanos que se encuentran a veces cansados, preocupados e incluso irritados cuando hacen los quehaceres domésticos, lo que se encuentra en el extremo opuesto de los personajes descritos en el libro.

En muchos casos, los manuales de lectura ilustrados proponen como deseables y corrientes dentro de los hogares, modelos de comportamiento que están en total contradicción con la experiencia cotidiana del niño. En consecuencia, estos textos y estas imágenes sublevan al niño contra las realidades de la vida, o bien le hacen creer que no puede contar con los libros para saber la verdad.

Con estos primeros libros, si realmente queremos persuadir a nuestros hijos sobre la importancia de aprender a leer, tenemos que asegurarnos de que no tomen demasiado en serio el material de lectura que les imponemos; en caso contrario, llegarán a la conclusión de que la lectura solo les brinda falsas informaciones. Por ejemplo, en estas historias, cuando los niños se lastiman, se trata de un accidente que solo sucede de vez en cuando, y no se comportan nunca como si estuviesen heridos, asustados o muy enojados. Todo lo que les pasa es siempre muy divertido. Las historias de este tipo no preparan a los niños a enfrentar la adversidad y no muestran que de la lectura puedan extraer informaciones exactas.

Muchas historias narran también la felicidad de los niños cuando un recién nacido llega a la familia.

Es muy probable que el niño que lee estas historias esté celoso del bebé que viene a entrometerse dentro de su propia casa. Pero a causa de las imágenes que crea a partir de lo que ha leído, o bien no cree en la historia, o bien no sabe muy bien qué le sucede con sus propios sentimientos. En realidad, estos primeros libros de lectura presentan una imagen adulta de lo que el mundo debería ser, y no de lo que en realidad es.

La enseñanza se basa en la seguridad afectiva: el niño que no se siente seguro en este aspecto, el niño perturbado, será un mal alumno. Si las falsas imágenes de estos libros de lectura le dan la impresión de que sus sentimientos no están en armonía con lo que la sociedad espera de él, el niño será incapaz de aprender bien. Casi todos los sentimientos descritos en nuestros primeros libros de lectura son positivos y cuidadosamente ideados; casi nunca son contradictorios o verdaderamente negativos. Afirmar que todos los niños están celosos de sus hermanos y hermanas es tan irrealista como decir que todos los niños aman al bebé que acaba de nacer en su hogar. La mayoría de nosotros, de niños, nos encontrábamos divididos entre ambos sentimientos: queríamos al nuevo bebé, pero, al mismo tiempo, no nos gustaba que se hubiera cruzado en nuestro camino. Si estos libros de lectura describieran de manera realista las actitudes del niño con respecto al recién nacido, podrían obligarlo a reflexionar y a convencerlo de que aprendiendo a leer puede ganar algo importante."

Bruno Bettelheim, Sobrevivir, Laffont, 1979

Bruno Bettelheim nació en Viena (Austria), en 1903. Conoció de cerca el pensamiento de Freud, pero al poco tiempo se apartó de su "otodoxia psicoanalítica" para destacar la importacia del entorno educativo familiar en el equilibro psicológico del niño.
Luego de estar prisionero en unos campos de concentración, logró exiliarse en Estados Unidos, donde fue profesor de Psicología de la Educación y años más tarde profesor de Psiquiatría en la Universidad de Chicago.
Su primer libro estaba marcado por su paso por los campos de concentración, "experiencia límite" que más tarde lo condujo a interesarse por las conductas de los niños autistas.
Desde la década de 1970 publica libros referentes a la importancia del cuento en la liberación de las emociones en los niños (El mundo encantado, 1976; Psicoanálisis de los cuentos de hadas, 1978; Educación y vida moderna, y No hay padres perfectos, 1987).
Luego quedó postrado por apopejía durante tres años, al final se suicidó en Los Ángeles (1990).


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