lunes, 18 de marzo de 2013

HISTORIA / Los aztecas


"La gran ciudad de Tenochtitlán", Diego Rivera
Los aztecas florecieron desde alrededor del 1300 hasta la Conquista española, en 1520. Su origen es oscuro, en parte porque destruyeron deliberadamente sus propios registros, pero empezaron a destacar en la historia con la fundación de su capital, Tenochtitlán, predecesora de Ciudad de México, sobre el lago Texcoco, en 1345. La formación de la Triple Alianza (con otros dos centros políticos, Texcoco y Tlacopán) en el siglo XV les permitió una grane expansión, y hacia comienzos del siglo XVI los aztecas ya habían impuesto su hegemonía sobre la mayor parte de México actual. Su imperio que cubría un área de unos 300.000 kilómetros cuadrados, subsistió mediante un sistema de tributación más que de control administrativo directo, y dentro de él algunas ciudades-Estado fueron capaces de mantener un considerable nivel de independencia. Tenochtitlán, la capital, podría haber albergado a unos 250.000 habitantes, lo que la hace más grande que algunas capitales europeas de hoy. Fue una ciudad extraordinaria.
 
La base de la subsistencia de los aztecas, como de otras civilizaciones mesoamericanas, fue el cultivo del maíz. En Tenochtitlán se utilizaba un sistema de gran rendimiento conocido como chinampa, mediante el cual se recogía cosecha tras cosecha en rápida sucesión de esteras de vegetación cenagosa ancladas en aguas poco profundas y cubiertas de lodo fértil. También cultivaban alubias, chayote, boniato, amaranto en grano, mandioca, aguacate, tomate, cacao y diversas frutas. Asimismo cultivaban una variedad de plantas alucinógenas, y algodón y maguey por sus fibras, y árboles de caucho. La carne provenía del venado, el pecarí y las aves acuáticas, así como el pavo y el perro domesticados. 

Quetzacoatl
El comercio se basaba en mercados formales regulados por cada comunidad y situados en centros por todo el imperio. El mayor estaba en Tlatelolco, la zona norte de Tenochtitlán. Según el propio Cortés, el conquistador español, era un lugar colosal, espléndido y colorido, atendido por unas 60.000 personas cada día. En él había exposiciones bien dispuestas con todos los productos existentes en el mundo azteca, y tanto los precios como las prácticas eran cuidadosamente vigilados por funcionarios.
 
La sociedad azteca se caracterizaba por un sistema de clases claramente definido. En lo alto estaba la  clase gobernante y debajo estaban los plebeyos u hombres libres. Debajo de éstos los sirvientes y, en la base, los esclavos. Todas las clases tenían derechos legales definidos y era posible cierta movilidad mediante el servicio al Estado, militar o mercantil.
 
El aspecto de la sociedad azteca que más chocó a los conquistadores españoles fue la práctica generalizada del sacrificio humano. La religión azteca era regulada por el calendario y dominada por el sacrificio, que se consideraba necesario para garantizar la continuidad del mundo e, incluso, la salida diaria del sol. Una ocasión especial, como la consagración de un templo, requería un gran número de sacrificios: se cree que en solo cuatro días, durante la consagración del Gran Templo de Huitzilopochtli, en Tenochtitlán, se sacrificó la increíble cifra de 20.000 víctimas; a cada una de ellas se les abría el pecho con un cuchillo de piedra y, rápidamente, se le extraía el corazón aún latiente. La demanda de víctimas propiciatorias desencadenó guerras cuyo único propósito era obtener cautivos que dedicar al sacrificio, como las llamadas “Guerras Floridas” de mediados del siglo XIV. En la actualidad es habitual deplorar la destrucción de culturas nativas por los imperialistas europeos. Sin embargo, es difícil no compartir la repulsión que los españoles sintieron por este aspecto particular de la cultura azteca.

Escaleras del templo de Huitzilopochtli (2003)
Fuente: "Descubrimientos arqueológicos históricos", Ruth Whitehouse y John Wilkins, 1997.

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