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"La gran ciudad de Tenochtitlán", Diego Rivera |
Los aztecas florecieron desde alrededor del 1300
hasta la Conquista española, en 1520. Su origen es oscuro, en parte porque
destruyeron deliberadamente sus propios registros, pero empezaron a destacar en
la historia con la fundación de su capital, Tenochtitlán, predecesora de Ciudad
de México, sobre el lago Texcoco, en 1345. La formación de la Triple Alianza
(con otros dos centros políticos, Texcoco y Tlacopán) en el siglo XV les
permitió una grane expansión, y hacia comienzos del siglo XVI los aztecas ya habían
impuesto su hegemonía sobre la mayor parte de México actual. Su imperio que
cubría un área de unos 300.000 kilómetros cuadrados, subsistió mediante un
sistema de tributación más que de control administrativo directo, y dentro de
él algunas ciudades-Estado fueron capaces de mantener un considerable nivel de
independencia. Tenochtitlán, la capital, podría haber albergado a unos 250.000
habitantes, lo que la hace más grande que algunas capitales europeas de hoy.
Fue una ciudad extraordinaria.
La base de la subsistencia de los aztecas, como
de otras civilizaciones mesoamericanas, fue el cultivo del maíz. En
Tenochtitlán se utilizaba un sistema de gran rendimiento conocido como
chinampa, mediante el cual se recogía cosecha tras cosecha en rápida sucesión
de esteras de vegetación cenagosa ancladas en aguas poco profundas y cubiertas
de lodo fértil. También cultivaban alubias, chayote, boniato, amaranto en
grano, mandioca, aguacate, tomate, cacao y diversas frutas. Asimismo cultivaban
una variedad de plantas alucinógenas, y algodón y maguey por sus fibras, y
árboles de caucho. La carne provenía del venado, el pecarí y las aves
acuáticas, así como el pavo y el perro domesticados.
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Quetzacoatl |
El comercio se basaba en mercados formales
regulados por cada comunidad y situados en centros por todo el imperio. El
mayor estaba en Tlatelolco, la zona norte de Tenochtitlán. Según el propio
Cortés, el conquistador español, era un lugar colosal, espléndido y colorido,
atendido por unas 60.000 personas cada día. En él había exposiciones bien
dispuestas con todos los productos existentes en el mundo azteca, y tanto los
precios como las prácticas eran cuidadosamente vigilados por funcionarios.
La sociedad azteca se caracterizaba por un
sistema de clases claramente definido. En lo alto estaba la clase gobernante y debajo estaban los
plebeyos u hombres libres. Debajo de éstos los sirvientes y, en la base, los
esclavos. Todas las clases tenían derechos legales definidos y era posible
cierta movilidad mediante el servicio al Estado, militar o mercantil.
El aspecto de la sociedad azteca que más chocó a
los conquistadores españoles fue la práctica generalizada del sacrificio
humano. La religión azteca era regulada por el calendario y dominada por el
sacrificio, que se consideraba necesario para garantizar la continuidad del
mundo e, incluso, la salida diaria del sol. Una ocasión especial, como la
consagración de un templo, requería un gran número de sacrificios: se cree que
en solo cuatro días, durante la consagración del Gran Templo de
Huitzilopochtli, en Tenochtitlán, se sacrificó la increíble cifra de 20.000
víctimas; a cada una de ellas se les abría el pecho con un cuchillo de piedra
y, rápidamente, se le extraía el corazón aún latiente. La demanda de víctimas
propiciatorias desencadenó guerras cuyo único propósito era obtener cautivos
que dedicar al sacrificio, como las llamadas “Guerras Floridas” de mediados del
siglo XIV. En la actualidad es habitual deplorar la destrucción de culturas nativas
por los imperialistas europeos. Sin embargo, es difícil no compartir la
repulsión que los españoles sintieron por este aspecto particular de la cultura
azteca.
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Escaleras del templo de Huitzilopochtli (2003) |
Fuente: "Descubrimientos arqueológicos históricos", Ruth Whitehouse y John Wilkins, 1997.
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